Mirarse al espejo y decirse deslumbrada: qué misteriosa soy. Tan delicada y tan fuerte. Y la curva de los labios mantiene la inocencia.
No hay hombre o mujer que no se haya mirado por casualidad al espejo y no se haya sorprendido consigo mismo. Durante una fracción de segundo nos vemos como un objeto que puede ser mirado. A esto podría llamársele tal vez narcisismo, pero yo le llamaría alegría del ser.
Alegría de encontrar en la figura externa los ecos de la figura interna: ah, entonces es verdad que no me he imaginado, yo existo.
Aprendiendo a vivir y otras crónicas.
CLARICE LISPECTOR.
Aprendiendo a vivir y otras crónicas.
CLARICE LISPECTOR.
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